jueves, 4 de agosto de 2016

Solo el amor


Un día alguien dijo: Se enamoró de quien no imaginaba, de quien no esperaba y de quien no estaba buscando. Desde ese momento aprendió que el amor no se elige. Es ÉL quien nos elige a nosotros.






Testigos de un AMOR más grande. 
Cada mañana la preciosa Neema (nombre que significa gracia en swahili) viene a despertar en nuestro oído y a zarandearlo para acoger la revelación de Dios. Con sus maravillosos ojos trasparentes se acerca a nosotros para pedirnos un plátano. Después, nos toma de la mano, se sienta a nuestra lado, lo pela y parece saborear, no solo su plátano, sino también con él,  el cariño del encuentro. 
Durante el día, Neema nos acompaña a encontrar a sus muchos y guapísimos hermanos y sus incontables amigos nos salen alegremente al encuentro. Nos llevan a su campamento pigmeo ( uno de los 33  campamentos pigmeos de nuestra parroquia)  y con ellos vamos también al pueblo.

Con ellos nace un lenguaje de complicidad, un lenguaje que solo dicta el corazón, que nos manifiesta la realidad de su cotidianeidad. Cuando los vemos jugar con otros niños, nos damos cuenta de la desigualdad de las relaciones entre  los niños pigmeos y los niños bantú. Pero descubrimos también que todos ellos sueñan con poder soñar; todos ellos sueñan con ser besados, acariciados, abrazados, y sentirse aquello que son: especialmente especiales. 

En el campamento pigmeo,  donde la hoja de las palmas es su cama y las estrellas su beso de buenas noches, Neema y sus amigos son libres, su escuela: la selva, su trabajo: jugar, volviendo juego y diversión incluso el trabajo. Nos da la impresión que su familia son los otros niños, con los que comparte los tubérculos que encuentran jugando y con los que se disputan los ratones a la brasa. La preciosa Neema y sus amigos buscan a sus padres al anochecer, cansados, para hacer la comida más fuerte del día y dormir.  

Los niños bantú de su edad van a la escuela; Neema y alguno de sus amigos van también a veces con ellos, aunque cuando el campamento se desplaza para cazar, para recoger la miel, o los frutos de la selva de los que se alimentan, se ausentan durante semanas; también la desigualdad de relación con los maestros y niños bantú los desanima hasta que abandonan la escuela.  

Uno de los amigos de la preciosa Neema tiene un problema en las manos: sus dedos parecen engarrotarse poco a poco y tiene unas manchas en el pecho y en la espalda, lo llevamos al médico y le diagnosticaron lepra, así que, tenemos que seguirle para que durante un año tome su medicación. En otros campamentos hay más niños con lepra y tuberculosis y gracias a otros amigos estamos sensibilizando a los enfermeros para que los traten y al resto de la población para que los detecten y los ayuden a curarse.  

Con Neema vamos a veces al pueblo, donde habitan los bantú y enseguida nos damos cuenta que Neema y sus amigos tenían miedo, casi queriéndose esconder de las miradas y los comentarios de los bantú. Como un pájaro en el campo come el grano y regresa a su nido, así los niños pigmeos van al pueblo atraídos por un poco de sal o un caramelo o alguna variante en su dieta silvestre y vuelven rápido a su campamento, donde vuelven a ser ellos mismos. 

Así, mirando la mágica mirada de la preciosa Neema y a sus amigos, hemos entendido que quizá, nuestra vocación ahora es acompañar a los niños pigmeos sin más pretensión que la de acompañar su crecimiento y el desarrollo del sueño y misión que el soplo de Dios ha dado en ellos. Nos sentimos felices ayudándoles a afirmar su identidad haciéndoles sentirse amados incondicionalmente, sentirse preciosos ante los ojos de Dios y los nuestros. Para ello, queremos ayudarles a que se conozcan y se descubran más y mejor a sí mismos, a tomar conciencia de su diversidad, de su especialidad, de sus valores, hacer memoria de su historia; queremos ayudarles a sentirse orgullosos de su lengua y de su modo de vivir. Todo ello, para hacerles capaces de descubrir la obra de Dios en ellos, en su pueblo y de apreciar la obra de Dios en otros pueblos. Que vean desde la mirada de Dios. En el devenir de la historia de los pueblos, cada pueblo tiene su luz, su misión, su camino elegido por Dios para toda la humanidad. 

Como recién llegada, estoy entrando en esta realidad a través de los ojos de la Gracia (Neema) estoy aprendiendo a hablar, a relacionarme con los otros, aprendiendo sus nombres, sus costumbres, su cultura, sus campamentos, descubriendo y gustando que hay un lenguaje común que nos une: el amor, que nos lleva a la complicidad en juegos, cantos, …
Y que nos ha empujado, como el zorro al príncipe, a crear espacios y tiempos para ellos. Pensando y elaborando materiales para esos encuentros gratuitos y de alegría, aprendemos swahili, aprendemos a conocernos y a querernos, aprendemos a relacionarnos sin más pretensión que el crear lazos y amarnos.
Testigos de un AMOR mayor”.


Nosotros queremos dejarlos que nos miren, dejarlos que iluminen nuestra alma con el brillo de la suya, y de forma concreta hemos empezado a caminar junto con ellos y desde ellos en una escuelita itinerante; una escuela recién concebida, una escuela que se está gestando cada día. 

Preparamos esta escuela cada día desde cero desde la nada, pero desde el todo que es el amor y la confianza; creando el material que le damos a trabajar, el material pedagógico que usamos para explicarle, la propia lección, los propios objetivos de cada día, en definitiva todo el material tangible y no tangible, creado por nosotros mismos, con los medios que alcanzamos, de manera muy sencilla, pero con ellos y desde ellos. 

Partiendo de que la mayoría no han cogido nunca una cera de colores en sus manitas, hemos comenzado con los dibujos, los colores, la forma de conocer su medio, que comuniquen, que se conozcan mejor a sí mismos, de conocer los números (hasta ahora el 1,2 y 3) iniciarnos en la grafía, hacer crecer la observación, la lógica, etc. Que beban de la fantasía también para su realidad. Juntos aprendemos, jugamos, cantamos, nos pintamos, vemos algún vídeo que completa nuestra escuela, una escuela que es un  espacio-aula itinerante, la llevamos en la mochila y la desembalamos con ellos en cada encuentro, en cada campamento a la que la vamos llevando.   
Cada día la sometemos a planificación y a recogimiento evaluativo y vamos caminando, y creando juntos. Los pasitos que vamos dando los vamos recogiendo en lo que hemos llamado: manual de alfabetización, en swahili. Apoyándonos y caminando en comunión con el método ORA.  

Necesitamos dos alas para volar: amar y ser amados. Con la escuela, torpemente adivinamos que estamos empezando a volar. No queremos polvo sobre las alas. 
Neema y sus amigos nos empujan a esos ratos de gratuidad, ellos nos invitan a creer y a crear, a volar con las alas del amor, el amor es siempre Nuevo, es siempre Otro, es siempre Imprevisible, Inabarcable, Inmanipulable, es el Todo. 

En el fluir de la magia de los días, días que se suceden rápido, demasiado rápido, tan rápido que a veces quisiera extenderlos para seguir saboreándolos y empaparme de ese Dios encarnado sin límites de tiempos. Muy contenta en mi comunidad a la que quiero y de verdad que me siento en sintonía y en familia, una familia de la que aprendo y admiro muchísimo, cada uno con su don, da sabor a lo que es mi comunidad y con la que me siento bendecida. Que además de ser mi comunidad, son mi equipo misionero. ¡Qué alegría, qué desafío! Rozar el cielo juntos, para ser Uno con El Uno. 
Desde las profundidades del alma, compartir comunitariamente oración está siendo parte imprescindible del vuelo y verdaderamente interpelante para mi vida, para nuestra vida. 
Sigo en plena marcha de entrar y conforme vaya entrando le irá dando equilibrio al vuelo.  En ese vuelo no quiero yo ser muy adelantada, y que luego yo cree bloqueos por perderme parte del proceso. Aunque confieso que me encantaría a veces ir más rápido en lo de entrar para darme más y mejor, pero estoy en ello y desde la magia de lo pequeño, se puede tocar el sueño, donde le pido al Espíritu don de lenguas, humildad, paciencia, perseverancia. Pero antes de pedirle y mientras le pido le agradezco y le sigo agradeciendo, porque fue es y será una alegría profunda el haber coincidido con esta gran familia aquí y en este precioso momento que es el ahora. 

Me siento respetada, querida y acogida como mujer y como laica, mucha naturalidad en todo y eso me hace bien, mucho bien.
Sin darme cuenta estos niños me han atrapado el alma y la piel, no me acostumbraría ni sabría ahora mismo vivir sin ellos. Ya estaban en mi alma y en mi mente de alguna forma. 
Ganas de seguir compartiendo, de poder compartir más, de alargar los días, de poder hablar, de poder corresponder a mi equipo, al que tanto quiero, como Dios quiere, corresponder como se merecen, corresponder dándole cuerda al amar. 

Creemos que si aquí estamos no es por error, no es casualidad, todo ocurre por una razón, ellos, los niños pigmeos son parte de nosotros y parte de ti y de mí. Ellos navegan en el mar de la vida, que es el mar de los valientes. 

Mirar la vida en colores, nunca en blanco y negro, este vuelo también me hace llorar pero es a la vez en él, donde Dios me consuela. Al aquí y al ahora, le quiero regalar lo mejor de mí, mi amor y mi vida. 

De verdad que gozo con la simplicidad de todo, con el arte de esos pequeños detalles,  es en la sencillez donde se encuentra lo esencial. Acompañar y compartir vida en su campamento nos recuerda una y otra vez que lo que Dios creó y que todo lo que Él crea es hermoso y bueno. 

Doy gracias infinitas por este regalo de estar aquí entre estas almas, entre estos amaneceres, entre estas miradas, entre estas sonrisas, por toda la luz que está entrando a mi vida. Doy gracias porque la paz nos ha elegido por encima del miedo y la alegría por encima del dolor. Gracias doy al Padre Eterno porque hoy estoy y soy feliz. A ti que estás leyendo decirte gracias y de verdad merece la alegría que te acuerdes de vivir, que te acuerdes de amar, su Amor despierta la luz que hay en ti, permítele que se cuele la gracia. 

De todo corazón, un abrazo con la sonrisa más grande del mundo en la cara.    
Nos vemos siempre en la oración y en el corazón.
Os saludamos nosotros, elegidos y enviados por Jesús de Nazaret, sin saber muy bien por qué.
Elisabeth y Andrés.