Adiós Carmen, nos quedan tus huellas
Pasaron los tres años muy rápido,
recién llegabas y ya te has ido, tiempo intenso de servicio donde no ha faltado
de nada. Recuerdo cuando me mostrabas entre risas el video de tu primer
resbalón en el lodo visitando los sectores más alejados; tenías claro que la
vida consiste en eso, caer y levantarse, en pisar por los caminos que transitan
nuestros campesinos, la gente sencilla, en tener presencia y estar, en ser
escucha, consuelo y consejo. Decidiste construir esa iglesia en salida que nos
pedía el Papa y lo ratificaste con tu valentía. En cuanto había posibilidad
caminabas por esas vías a veces sin lastrar, pero que unían tu misión con el
corazón de las comunidades siendo testimonio de servicio y compromiso; tu sola
presencia ya evangelizaba.
Los ritmos de trabajo son fuertes
debido al enorme territorio y los pocos agentes de pastoral formados, eso
supone asumir diferentes retos en las zonas de trabajo y así lo hiciste.
Coordinabas y ayudabas en la formación de los catequistas, aportaste en las
Cáritas de la zona y de tu parroquia, te comprometiste en los equipos
parroquiales de animación pastoral, asumiste las tareas de coordinación en la
capilla donde vivías, preparabas permanentemente formaciones para los distintos
grupos parroquiales, asumías responsabilidades en las reuniones zonales de las
nueve parroquias como si toda la vida hubieras estado aquí, acompañabas a los
diferentes sacerdotes con los que te tocó trabajar a los sectores alejados;
aprovechando para compartir, escuchar y dar algún que otro consejo, desde tu
experiencia de servicio en la iglesia, para crecer juntos como cristianos.
Tu compromiso estuvo también
marcado por el dichoso bichillo del covid, los aislamientos, la soledad al
faltar tu compañero de equipo, la enfermedad que también te visitó en varias
ocasiones, no pudieron quitarte ni un ápice de ganas y de valentía. A pesar de
sentir por momentos debilidad en tu salud no cesabas de organizar el trabajo,
fechar y re agendar los encuentros, reuniones, visitas, hasta te convertiste en
influencer animando a la oración diaria del rosario durante el aislamiento.
Son tantos gestos y signos del
amor de Dios que hemos visto en ti, que nos entristece perder tu presencia
entre nosotros. Viniste a compartir la vida y dar vida y lo hiciste de todas
las formas imaginables e inimaginables, compartiendo lo que eres y lo que
tienes, sin pereza ni reserva alguna.
Ya no podré compartir los
almuerzos contigo los miércoles al salir de la cárcel de Jipijapa, ni compartir
ese ratito de sobremesa donde nos poníamos al día de los trabajos de unos y
otros.
Has dejado semillas por los
caminos que has transitado, en las familias, las comadres, los jóvenes, los
sectores, seminaristas, sacerdotes… Intentaremos hacer germinar y brotar esas
semillas que nos regalaste, esos aromas que nos compartías, con olor a trabajo,
entrega, sacrificio, oración, constancia, presencia…
Has sido familia para nosotros,
Ocasha en Ecuador se fortaleció contigo y también nuestra pequeña tribu. Nos
has aportado tu sencillez, tu capacidad de trabajo y organización, tu habilidad
para confrontar desde el amor y el cariño en la mesa compartida.
Soñamos que remontes esas
batallas con el covid y sus secuelas, y sigas en contacto con nosotros
aportándonos de esa sabiduría de vida y ese saber estar que dan los años de
servicio. Descansa, reponte, te mereces tu descanso, nosotros intentaremos
seguir animado a que se riegue todo lo que has sembrado, que es mucho y
variado, un lindo edén.
Una antecesora tuya, que misionó
en esa misma capilla, nos decía eso: nuestra misión es sembrar, otros serán los
que cosechen y vean el fruto; que no perdamos nunca la ilusión ni las ganas de
sembrar.
Un fuerte abrazo de tu Ecuador,
de sus playas y sus nevados permanentes, de los volcanes andinos y sus islas
paradisíacas; esta siempre será tu casa. ¡Hasta siempre!
Ana y Antonio