domingo, 23 de octubre de 2022


Estas canoas junto a un río de la Amazonía me invitan a pensar: ¿Quién irá dentro de ellas? ¿Por qué ríos han dejado un surco? ¿Salen o llegan?

Si salen, ¿Desde dónde habrán salido? ¿Qué cosas cargaban en ellas? Y los ocupantes, ¿Qué sentimientos cargaban? ¿Salían para turbarse llenos de alegría con familiares o amistades? ¿O huían por miedo a ser asesinados? ¿O han sido expulsados de sus tierras por los buscadores de oro, leñadores, agronegocio...?

Y si llegan. Allí donde han atracado, ¿Les esperaban? ¿Se han alegrado quienes los acogían? ¿O les han

hecho sentir como unos extraños? ¿Le ha ofrecido agua, comida, vestido, techo? ¿Han hecho de su

encuentro una experiencia de aprendizaje y fraternidad?

Sus canoas están sujetas en una estaca. Confían todo en una simple cuerda que conecta dos mundos: tierra y agua. Confían en la firmeza de la estaca. ¿Dónde ponemos nuestras seguridades? ¿Nos basta una sencilla cuerda? ¿O precisamos de muchas? ¿Tenemos estacas que sostienen, cuánto precisamos, nuestra vida?

La misión tiene esta dinámica de salir y llegar. Salir para encontrarse con personas. Y dejarse tocar por la realidad humana y social que llevan entre sus manos.

Nosotros misioneros, salimos, cargados de ilusiones y esperanza, empujados por la fuerza de Jesús. Somos humanos, y algún que otro miedo también va dentro de la mochila.

Y tenemos, a veces, en la Amazonía la sensación de vivir en la intemperie. Sin saber sí comeremos y dónde lo haremos. Donde dormiremos. Con las inclemencias del tiempo: sol, lluvia... Como las canoas: una sencilla cuerda donde aferrarse. Apostar todo en una cuerda. Navegar confiados y alegres.

Y llegamos y nos encontramos realidades duras, dictaduras -ahora modernas- que parecían superadas,

mucha pobreza, muchas injusticias. Aquí en la Amazonia vemos cómo la ambición de los humanos destruye entornos naturales con gran variedad de vida. Vemos cómo, poco a poco, se impone una cultura y se pierden formas de vida, otras culturas, otras formas de entender el mundo y de relacionarse con el entorno...

También nos encontramos con pueblos cuya profunda espiritualidad gira en torno a los Espíritus. Todo

tiene vida. Un árbol, un río, una piedra, una montaña, se agua... y debemos cuidarlo. Pueblos que saben

hacer fiesta. Pueblos con dinámicas comunitarias muy evangélicas.

Y nosotros ofrecemos poca cosa, somos limitados. Tiempo para ofrecer de forma gratuita y generosa.

Escucha de sus problemáticas, sueños, esperanzas, luchas...

Y en estos tiempos de sinodalidad, ojalá que, como iglesia, tengamos la capacidad para caminar-navegar juntos. Con la fuerza de nuestros brazos para remar hacia la misma dirección: la dignidad de las personas y el respeto a la naturaleza. Que dejemos entrar en la canoa a Dios y a toda persona, y nadie se sienta excluido. Que podamos aprender de cada uno, ya que todos tenemos algo que decir. Que seamos empujados por el viento del Espíritu para ayudar a encontrar el camino. Y sin preocupaciones de lo que comeremos, dónde dormiremos. Jesús, que es nuestro alimento, viene con nosotros. Y cuando nos peleemos sobre quién es el más importante porque va delante de la canoa o va detrás dirigiendo... Jesús nos recordará que: "tenemos que servir y dar la vida por los demás".

Y remaremos juntos para llegar. Cada uno aportará su fuerza en función de sus capacidades. Y juntos

participaremos y compartiremos, con su canoa como altar y esperanza en Jesús, de ver un mundo donde

quepan todos los mundos.


14-10-2022

Oscar Gonzalez Marques

lunes, 21 de marzo de 2022

 

Adiós Carmen, nos quedan tus huellas   

Pasaron los tres años muy rápido, recién llegabas y ya te has ido, tiempo intenso de servicio donde no ha faltado de nada. Recuerdo cuando me mostrabas entre risas el video de tu primer resbalón en el lodo visitando los sectores más alejados; tenías claro que la vida consiste en eso, caer y levantarse, en pisar por los caminos que transitan nuestros campesinos, la gente sencilla, en tener presencia y estar, en ser escucha, consuelo y consejo. Decidiste construir esa iglesia en salida que nos pedía el Papa y lo ratificaste con tu valentía. En cuanto había posibilidad caminabas por esas vías a veces sin lastrar, pero que unían tu misión con el corazón de las comunidades siendo testimonio de servicio y compromiso; tu sola presencia ya evangelizaba.

Los ritmos de trabajo son fuertes debido al enorme territorio y los pocos agentes de pastoral formados, eso supone asumir diferentes retos en las zonas de trabajo y así lo hiciste. Coordinabas y ayudabas en la formación de los catequistas, aportaste en las Cáritas de la zona y de tu parroquia, te comprometiste en los equipos parroquiales de animación pastoral, asumiste las tareas de coordinación en la capilla donde vivías, preparabas permanentemente formaciones para los distintos grupos parroquiales, asumías responsabilidades en las reuniones zonales de las nueve parroquias como si toda la vida hubieras estado aquí, acompañabas a los diferentes sacerdotes con los que te tocó trabajar a los sectores alejados; aprovechando para compartir, escuchar y dar algún que otro consejo, desde tu experiencia de servicio en la iglesia, para crecer juntos como cristianos.

Tu compromiso estuvo también marcado por el dichoso bichillo del covid, los aislamientos, la soledad al faltar tu compañero de equipo, la enfermedad que también te visitó en varias ocasiones, no pudieron quitarte ni un ápice de ganas y de valentía. A pesar de sentir por momentos debilidad en tu salud no cesabas de organizar el trabajo, fechar y re agendar los encuentros, reuniones, visitas, hasta te convertiste en influencer animando a la oración diaria del rosario durante el aislamiento.

Son tantos gestos y signos del amor de Dios que hemos visto en ti, que nos entristece perder tu presencia entre nosotros. Viniste a compartir la vida y dar vida y lo hiciste de todas las formas imaginables e inimaginables, compartiendo lo que eres y lo que tienes, sin pereza ni reserva alguna.

Ya no podré compartir los almuerzos contigo los miércoles al salir de la cárcel de Jipijapa, ni compartir ese ratito de sobremesa donde nos poníamos al día de los trabajos de unos y otros.

Has dejado semillas por los caminos que has transitado, en las familias, las comadres, los jóvenes, los sectores, seminaristas, sacerdotes… Intentaremos hacer germinar y brotar esas semillas que nos regalaste, esos aromas que nos compartías, con olor a trabajo, entrega, sacrificio, oración, constancia, presencia…

Has sido familia para nosotros, Ocasha en Ecuador se fortaleció contigo y también nuestra pequeña tribu. Nos has aportado tu sencillez, tu capacidad de trabajo y organización, tu habilidad para confrontar desde el amor y el cariño en la mesa compartida.

Soñamos que remontes esas batallas con el covid y sus secuelas, y sigas en contacto con nosotros aportándonos de esa sabiduría de vida y ese saber estar que dan los años de servicio. Descansa, reponte, te mereces tu descanso, nosotros intentaremos seguir animado a que se riegue todo lo que has sembrado, que es mucho y variado, un lindo edén.

Una antecesora tuya, que misionó en esa misma capilla, nos decía eso: nuestra misión es sembrar, otros serán los que cosechen y vean el fruto; que no perdamos nunca la ilusión ni las ganas de sembrar.

Un fuerte abrazo de tu Ecuador, de sus playas y sus nevados permanentes, de los volcanes andinos y sus islas paradisíacas; esta siempre será tu casa. ¡Hasta siempre!

Ana y Antonio





domingo, 13 de marzo de 2022

 

UN AÑO EN HONDURAS
Hace un año que llegué a Honduras como misionero laico de OCASHA-Cristianos con el Sur, enviado por mi diócesis de Oviedo. Creo que es momento de hacer balance y compartir con vosotros mi experiencia durante este tiempo.
La labor del equipo de OCASHA-CCS es colaborar con la entidad ACOES, que en Honduras tiene un amplio programa para ayudar a la capacitación de la juventud hondureña. Escuelas, guarderías, residencias… son algunos de los recursos de los que dispone. La base del proyecto es fomentar la educación como herramienta indispensable para el desarrollo personal y comunitario. En concreto, el equipo de OCASHA-CCS apoya en las residencias de estudiantes Populorum Progressio, que pretenden que la formación de los jóvenes de las comunidades rurales más retiradas no se trunque.
Durante el año pasado realicé mi labor misionera en el pueblo de Copán Ruinas, una zona muy retirada (al lado de la frontera con Guatemala) y en la actualidad me encuentro en la ciudad de Marcala, perteneciente al departamento de La Paz. En todo el país la situación es muy complicada, y la educación no es una excepción. Las familias no ven la importancia que tiene la educación para los jóvenes y las instituciones no apoyan como deberían. La deserción escolar, las pandillas, los embarazos en adolescentes o la emigración a los Estados Unidos son el ¨pan nuestro¨ de cada día.
Como ya os comenté en alguna ocasión, es admirable el esfuerzo de muchos jóvenes que, a pesar de las dificultades, quieren seguir estudiando. Recorren kilómetros a pie para ir a la escuela, trabajan entre semana para conseguir dinero para sus útiles o la matrícula en el colegio, se enfrentan en ocasiones a la oposición de su familia y su comunidad.... Son la esperanza de este país y un ejemplo de superación increíble.
La labor que desarrollamos en las residencias es muy variada. Por un lado, atendemos a los muchachos que viven con nosotros. Les acompañamos en el día a día, con las tareas escolares, a los que terminan bachillerato les preparamos para el examen de acceso a la universidad… Y luego está el trabajo en las comunidades rurales, donde se llevan distintos proyectos: guarderías, becas, educación a distancia y atención a ancianos y personas con discapacidad. Es mucho trabajo y a veces llegas al final del día agotado, pero con la satisfacción de haber colaborado a mejorar la vida de todas estas personas.
Sin ninguna duda, lo que más disfruto en la misión es compartir el tiempo con la gente sencilla. Siempre que visitamos alguna familia, nos reciben con gran hospitalidad y nos invitan a compartir lo poco que tienen: un café, un poco de frijol, una sopa de gallina… Es en esos momentos donde percibes que la dignidad de las personas no depende de cuánto dinero tienen, sino de afrontar los embates de la vida con esfuerzo y entereza. En ellos está Jesús crucificado por tanta injusticia.
En Nochevieja y Año Nuevo, tuve la gran suerte de visitar a los amigos pasionistas de San Salvador. Era un viaje que tenía en mente desde que vine a Centroamérica. El ejemplo de los mártires desde hace mucho tiempo me ha conmovido y animado en mi vida de fe. El Salvador, y toda América en general, es una tierra de mártires. Visitar la tumba de San Óscar Romero, la capilla donde lo mataron o conocer  la UCA, donde acribillaron a Ignacio Ellacuría y compañeros jesuitas, fueron experiencias que jamás olvidaré y un regalo de Dios. Estos días, también estamos conmemorando en la ciudad de La Esperanza, muy cerca de Marcala, el martirio de Berta Cáceres, otra mártir por la causa de la justicia y los derechos humanos.
Vine a Honduras con las dudas normales cuando alguien toma una decisión de este tipo: no sabía si me arrepentiría de haber venido, si me acostumbraría al país, a los compañeros… Ahora puedo decir, tras un año de experiencia misionera, que estoy feliz de haberme embarcado en esta aventura a la que Jesús me venía llamando desde hacía tiempo. Es un camino que no sé muy bien dónde me llevará, en todo caso, lo importante es caminar al lado del Señor y dejar que Él me vaya guiando.
Un abrazo fraterno
Alfonso Pombo

viernes, 7 de enero de 2022

 UN MENSAJE PARA 2022

Queridos compañeros y compañeras de Ocasha: 

        2022 se presenta como un año decisivo para nuestra asociación. Llevamos un tiempo bastante largo y sustancial dialogando y preguntándonos sobre la función de

Ocasha-cristianos con el Sur como organización de laicos misioneros en la sociedad actual.

Después de apostar durante el año pasado por iniciar, desarrollar y concluir un proceso de revisión para buscar nuestro reencuentro e iniciar un dialogo interno recabando la participación de todos los miembros de la asociación, este año debe ser el año en que pongamos en marcha lo que entre todos y todas hemos acordado en dicho proceso.

Para este año 2022 tenemos dos retos fundamentales; en primer lugar redefinir, según el documento de la Ocasha del siglo XXI elaborado por toda la asociación, el compromiso de voluntariado de larga duración, el proceso de discernimiento misionero laico, la formación misionera laical, nuestra relación con la Comisión Episcopal de Misiones y la forma de desarrollar la animación misionera. Para tal fin se crearon las distintas comisiones para trabajar tales propuestas en el último consejo del mes de diciembre. Y en segundo lugar poner en práctica el trabajo realizado en dichas comisiones.

 Considero que en Ocasha tenemos la fortuna de tener todo el camino por recorrer y una historia detrás de más de 60 años maravillosa. Tenemos a nuestros misioneros y misioneras en destino, punta de lanza de nuestra asociación, la expresión amorosa del Dios de los débiles cuyo nacimiento celebramos hace unos días.

Con el firme deseo de que Ocasha-CCS continúe teniendo en el centro de su quehacer la misión, sus proyectos y sus misioneros/as, os deseo un feliz año 2022.

Carlos Córdoba




domingo, 5 de diciembre de 2021

Las casas Populorum_Honduras

En Honduras el padre Patricio lleva 30 años dedicado a los más jóvenes con bajos recursos para garantizar una educación de calidad. Primero empezó en los barrios de Tegucigalpa fundando internados (casas Populorum), en colonias y barrios muy desfavorecidos y controlados por las maras (Pandilla - Wikipedia, la enciclopedia libre).

En Texiguat (https://goo.gl/maps/ajvUEKNCp4vguHzN9) ciudad del centro del país, fundó la Casa Populorum San Francisco de Asís, viven 12 chicos que vienen de zonas rurales muy remotas. Sin estas casas Populorum, los chicos una vez terminado los estudios básicos en sus comunidades, les sería imposible seguir cursando el bachiller.  Los más capacitados pueden seguir estudiando en la universidad y residiendo en las casas Populorum  en Tegucigalpa.

El estudio y la colaboración en la casa son el día a día de las casas- Los chicos llevan la logística de las casas: la cocina, limpieza, la administración y la coordinación. También se les prepara en la igualdad de género y la colaboración en grupo, (uno de los problemas sociales de Honduras es el machismo y el individualismo). 

Su día a día está marcado por un horario, la primera hora es para oración, pues el  espíritu cristiano es el pilar del proyecto. Después del desayuno tienen tiempo de colaboración en el campo, siembran hortalizas, árboles frutales y hacen pequeñas reparaciones, luego tienen tiempo para hacer las tareas del colegio, pues ahora en tiempo de covid el colegio no es presencial; también reciben capacitaciones para reforzar una materia (matemáticas, español sobre todo, también clases de religión.

Nuestro trabajo, como misioneros, es el acompañamiento y que los chicos sientan la presencia de una persona mayor, eso les da confianza y tranquilidad para poder afrontar las dudas que les crea la poca experiencia debido a su juventud (18 años de media).

Un abrazo
Benito

jueves, 28 de octubre de 2021

 


EXPERIENCIA PEDRO DEL RÍO_Bolivia_octubre 2021

Mi vida misionera nace hace diecinueve años, cuando mis padres deciden irse de misión a Bolivia. Al año, nazco yo y desde entonces mi vida ha estado ligada la misión, pero de forma significativa a este país, al cual me he sentido conectado de una forma especial.

Además, mis padres me han ido contando muchas cosas de lo que vivieron y experimentaron en su misión aquí, y que de cierta manera he podido experimentar cuando hemos venido de visita años anteriores, aunque de forma muy superficial, ya que un mes no da para mucho.

Así pues, tenía ganas de hacer este voluntariado de un año, para conocer mejor el lugar en el que nací; cómo se vive, las costumbres, la manera de vivir la fe que tiene la gente aquí, los proyectos en los que trabajaron mis padres…

Estoy viviendo en la parroquia Jesús Obrero, de El Alto. La pastoral que llevan aquí en la parroquia es impresionante. La forma que tiene los chicos de las comunidades de hacer catequesis es espléndida. Y se refleja en la cantidad de gente y actividad que tienen con los niños de comunión y los jóvenes de confirmación. Además, hacen un trabajo vocacional muy bueno.

Los fines de semana me estoy yendo a dos comunidades que se encuentran en Tiquina y Huarina, dos pueblos que están cerca del lago Titicaca, en el altiplano boliviano. Allí, la gente es de un ambiente más rural, y por tanto tiene una vida más sencilla. Se dedican a la agricultura, a la pesca, a la ganadería, tienen sus puestecitos en las calles. También hablan aimara y, cuando ven que no entiendes, te intentan enseñar un poco. Es gente muy amable, sencilla, con una gran capacidad de acoger. Si en El Alto, la forma de vivir es diferente a la nuestra en España, aquí en el campo, es otra cosa. Se puede observar otro paisaje, con montañas, vegetación, cerca del lago, donde hay mucho silencio. Hasta tiene otro clima. La población vive en pueblos pequeños. La extensión de la influencia de las parroquias es bastante grande, por lo que los padres tienen que ir a muchos pueblos que no siempre están tan cerca…

El viernes por la mañana voy a Huarina. El sábado por la mañana me voy a Tiquina, para preparar las actividades y celebraciones que hay en ese día. Dormimos allí para estar en la celebración del domingo. Comemos en Huarina y regresamos por la tarde a El Alto. Además, los jueves también estoy yendo a Tiquina, para hacer catequesis con los más pequeños, que tienen unos seis/siete años. Esta experiencia de catequesis ha sido muy positiva. El tener que ingeniármelas para enseñar y explicar algo a los pequeños, que son tan dispersos y es tan difícil mantener su atención… Realmente me ha gustado, y me ha servido para saber cómo son las catequesis con los niños más pequeños.

Y convivir con estas dos comunidades que viven en el campo también ha sido una experiencia super positiva, diferente, ya que son comunidades pequeñas. Tener que encender la chimenea, ver cómo es el funcionamiento de una parroquia. Incluso a veces vamos al lago a tomar el té por la tarde, mientras anochece.

Los días de diario, en El Alto, estoy yendo por las mañanas a apoyar en el Kurmi que es un proyecto que trabaja con niños, cuyas familias son especialmente vulnerables y tienen riesgo de acabar en la calle. Estos niños van allí cuando no están pasando clases de forma presencial en la escuela, ya que aquí en Bolivia acaban de empezar la semi-presencialidad en los centros. Allí les damos apoyo con las tareas, ya que en sus casas no tienen tiempo o el apoyo suficiente. Además, comen allí, labor importante del centro porque no siempre los niños siguen una alimentación adecuada o no comen tan abundante como en sus casas. Ayudándoles, dándoles apoyo y queriéndoles es una forma muy bonita de hacer la misión y llevar el mensaje de Dios. Ver la realidad en la que se encuentran y dándoles cariño y amor, es muy gratificante. Pero no solo eso, sino que también estoy aprendiendo distintas maneras de ayudarles, a desarrollar la imaginación porque tengo que buscar otra forma de poder explicarles lo que no entienden o aprender métodos novedosos y didácticos que los educadores me enseñan.

En resumen, esto es lo que en los casi dos meses que llevo aquí he visto y oído, como dice el lema del Domund de este año, estoy viviendo una experiencia increíble, humana y de fe. Estoy muy contento.

Un fuerte abrazo para todos.

Pedro.

 Discípulos y discípulas itinerantes_OSCAR GONZÁLEZ_Trifrontera amazónica (Perú, Colombia, Brasil)

En el mes de agosto participé de nuestro encuentro anual en Manaos. Fueron unas semanas bonitas de reencuentros, trabajo, tiempo de descanso, compartir reflexiones y oraciones... En el Equipo Itinerante tenemos 2 núcleos, por lo tanto, estos encuentros anuales sirven para ponernos al día, programar los próximos meses y soñar el futuro.

Ahora estamos en Iquitos, en la selva peruana. Llegué hace unas semanas con Geni, religiosa de Verbum Dei que, en otoño de 2019, después del Sínodo de la Amazonía, estuvo en Menorca. De aquí vamos al Vicariato de Requena, allí nos espera el obispo Joan Oliver, un valenciano que desde hace unos 15 años es obispo. En este vicariato de 80,000 km2, casi no hay carreteras, lo atraviesa el Amazonas y los diferentes afluentes. Son regiones muy aisladas donde la presencia de la iglesia es muy escasa o nula. Por lo tanto, queremos ir con un pequeño equipo misionero del vicariato para conocer y hacer presencia. Estas itinerancias no son para evangelizar o hacer catequesis... la puerta de entrada siempre es escuchar las necesidades y compartir su vida. Y tratar de que, como iglesia, seamos cercanos a sus problemas y podamos sumar, en su discernimiento, en las posibles soluciones.

Queremos llegar a las comunidades indígenas Matsés y Kapanahua. Están a su frontera entre Perú y Brasil, una gran región aislada y cada vez con más presión de leñadores, buscadores de oro, narcotráfico... Perú es el segundo productor de cocaína, después de Colombia, y estos ríos-carreteras sirven para sacar la cocaína hacia Brasil. Así que las comunidades indígenas son las más afectadas con la invasión de sus territorios.

Vamos con mucha ilusión porque el Equipo Itinerante nunca ha visitado esta región, por lo tanto toda la articulación para hacer posible la itinerancia se construye desde cero: pensar objetivos, conocer su región con mapas, libros de consulta, entrevistas, hacer los contactos para poder entrar -parar entrar en casa de alguien siempre debe hacerse con el consentimiento de quienes la habitan, y con más razón en tierras indígenas-, crear el pequeño equipo misionero local que acompañará ... por esto una itinerancia siempre supone un tiempo de preparativos.

¿Cómo lo debían hacer los primeros discípulos?: "los envió de dos en dos delante de sí, en cada pueblo y en cada lugar por donde él había de ir". Jesús daba unas mínimas indicaciones, ligeros de equipaje: "No toméis nada para el camino, ni bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa. Calzarse sólo sandalias, pero no os llevéis dos túnicas”. Tenían la fuerza del Espíritu. Seguro que los discípulos estaban con una mezcla de ilusión e inseguridad por lo que encontrarían. Seguro que, de vez en cuando, uno de los dos quería hacer las cosas de manera diferente del otro y deberían ponerse de acuerdo. O quizás un discípulo querría quedarse unos días más en aquella familia que tan bien los acogía, mientras el otro querría ponerse de nuevo en camino.

Nosotros, en estos tiempos vamos más equipados, nos hacen falta más seguridades para iniciar. Pero queremos ser fieles y tratamos de escuchar las enfermedades del siglo XXI, tratamos de transmitir y dar su paz, de hacer el bien, de anunciar, con nuestro testimonio, el amor... A veces nos entran las dudas: en las itinerancias tenemos la tentación de querer llenar de "cosas” el tiempo, los días que pasaremos: hacer esta charla, preparar esta reunión sobre el Sínodo, hacer una pequeña reunión para escuchar la Palabra… y nos olvidamos de sencillamente ESTAR, COMPARTIR.

Seguro que los discípulos estaban con una actitud de escucha, tenían que ofrecer, pero seguro que, con sensibilidad, se ponían con una actitud de presencia gratuita. Sin querer hacer grandes cosas, ni grandes discursos. Con su capacidad de "saber perder el tiempo" en la conversación con los demás.

Y me imagino estos encuentros de los discípulos, cada cierto tiempo, con Jesús. Volviendo de las itinerancias y contando lo que habían visto y oído y que guardaban dentro del corazón, como la madre de Jesús. Seguro que tenían debates y opiniones diferentes en torno a: ¿seguir itinerando por los pueblos o quedar insertados en aquellos lugares donde nos han recibido bien y el mensaje ha caído en tierra buena? Unos discípulos quizás querrían quedar insertados, pensando que así podrían ayudarles a crecer en su fe. Otros quizás opinarían que debían seguir sembrando por los márgenes de los caminos, donde las heridas están más abiertas... qué debates más interesantes. Jesús seguro que los escuchaba y acogía con ternura lo que los discípulos exponían. Esto sería "materia" para orar a solas en el desierto. Nosotros lo que vemos y sentimos también lo compartimos con Jesús y tratamos que el Espíritu nos ayude a marcar el camino y el estilo de presencia.

Yo, después de 17 años insertado en Honduras, donde las heridas humanas y sociales están a flor de piel, quiero itinerar. Quiero ir de dos en dos, por los caminos de esta Amazonia y recorrer pueblos y comunidades, tratar de transmitir paz, amor, ternura y acoger el dolor causado por sus enfermedades humanas y sociales de este tiempo. Y ante aquellos hombres y mujeres que seguían a Jesús, me siento pequeño y lleno de inseguridades. Pero también me siento llamado a comunicar lo que he visto, oído y sentido, un Dios que se enamora de los pequeños y que es VIDA. Y es que en la Amazonía hay mucha vida.

 

Oscar González Marquès

El Equipo Itinerante es una apuesta interinstitucional e intercongregacional que trabaja desde 1998 en la Amazonía con los pueblos indígenas, ribereños y excluidos de la ciudad. Claudio Perani SJ formulaba la propuesta metodológica así a los primeros itinerantes: «Anden por la Amazonia y escuchen lo que el pueblo habla: sus demandas y esperanzas, sus problemas y soluciones, sus utopías y sueños. Participen de la vida cotidiana del pueblo. Anoten y registren cuidadosamente todo, con las mismas palabras del pueblo. No se preocupen por los resultados, el Espíritu irá mostrando el camino. ¡Coraje! Comiencen por donde puedan».