domingo, 22 de septiembre de 2019

NUEVOS PROFETAS


Cuando escuchas en silencio el llamado de Dios, reflexionas sus enseñanzas; y eres capaz de abrir los ojos al hermano sufriente, casi con seguridad y en coherencia atenderás el clamor de los pobres y pondrás rostros a las diferentes expresiones de la pobreza.  Manta, ciudad pequeña, costanera, acogedora, cálida, obrera,… es el tercer destino por preferencia de nuestros hermanos venezolanos que siguen huyendo forzosamente de sus hogares ante la imposibilidad de cubrir sus necesidades básicas, como son agua, alimentos, salud, educación, seguridad… derechos humanos.
Como Cáritas Manta estamos dando pequeños pasos de manera coordinada con las parroquias eclesiales de la ciudad para, en la medida de nuestras posibilidades, tender la mano y aliviar el sufrimientos y la cruz que viven y cargan tantas familias. Abrimos un comedor que atiende entre 150 y 170 personas diarias, un refugio para mujeres y niños, en coordinación con otra institución un centro de atención para atender a los niños de estas familias, mientras  buscan trabajo o venden cualquier cosita, y ahora queremos organizar equipos de salida nocturna para atender a las familias que duermen en las calles.

Esta semana tuvimos el regalo de asistir en Quito, a un encuentro de todas las instituciones de la iglesia que estamos realizando algún tipo de atención con la población que sigue llegando. Esta red se denomina “RED CLAMOR”. La idea era compartir experiencias, formarnos y coordinar actuaciones.

Los ponentes eran impresionantes personas que como iglesia están trabajando a niveles de naciones unidas o en la política nacional. Nos ayudaron a reflexionar y conocer el panorama a nivel jurídico y político que se nos viene y de qué forma va a influir en la indefensión de las cientos de personas que siguen llegando.
Pero si la formación fue buena, los testimonios que abiertamente o entre pasillos íbamos conociendo eran impresionantes. Dignos de profetas del siglo XXI, misioneros que abren sus vidas, sus casas, sus bienes y los ponen al servicio de los más necesitados. Fue así que conocimos el testimonio de una religiosa cuya congregación después de mucha oración y reflexión ha cambiado hasta sus estatutos fundacionales, cambiando su servicio desde la enseñanza por la acogida, posada, cuidado y orientación de familias migrantes y mujeres solas o con niños. Hoy día su gran colegio se convirtió en un centro de acogida en el centro de Quito dando el testimonio de que cuando uno se abre al espíritu de Dios y realmente se pregunta: “¿Señor qué quieres de mí?” ,sólo hace falta valentía y romper las comodidades y seguridades para ser testigos del amor de Dios.
También encontramos un padrecito que salía cada tarde con su camioneta y un grupo de jóvenes a recoger a esas familias que vienen caminando con sus pocas pertenencias. Los acogen, los llevan a un albergue, les curan las heridas de sus pies y les ofrecen una comida calentita. Mientras oíamos su historia me acordaba una y otra vez de la parábola del Buen Samaritano. Religiosos que abren sus capillas en la noche como centros para descansar y reposar, religiosas que ceden sus casas cerradas para que desde Cáritas u otras congregaciones hagamos centros de acogida, laicos super comprometidos en frontera, coordinando a un lado y otro de la misma para intentar evitar la trata de personas, la vulnerabilidad del que no tiene nada,…
No podíamos evitar que se nos escaparan las lágrimas oyendo testimonios de situaciones inimaginables. Como a los apóstoles en el camino de Emaús sentíamos como se encendían nuestros corazones, cómo algo latía de manera especial por dentro. Cómo el llamado a servir y a animar a que otros sirvan iba a ser un fuego que llevar de vuelta a nuestros lugares de trabajo.
Ante todo lo vivido sólo una palabra nace de nuestra oración: GRACIAS, mil gracias a todos por vuestras palabras, gracias por el tiempo compartido, gracias por vuestras ganas de transformar el mundo, por ser profetas de este tiempo; y como no, gracias a Dios, por permitir que desde nuestras debilidades sigamos siendo testigos de la inmensidad de su amor en el océano de la Vida.


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