Aquella tarde, el hogar Creamos, donde
colaboramos como voluntarios aparte de nuestro proyecto, era un auténtico
hervidero de gente. Si normalmente hay unos 18 niños y las 4 trabajadoras, ese
día habría como unos 30 niños y por lo menos 20 adultos más de lo normal entre
voluntarios españoles, bolivianos, italianos y otros. Estuvimos jugando y bailando
con los niños durante un rato. Luego se sacó la merienda, un riquísimo queque
de chocolate (lo que llamamos bizcocho en España), refrescos, gusanitos y
demás.
María Teresa, directora del Hogar |
Mientras presenciaba la escena no podía
articular palabra. Tenía bastante con intentar contener mis lágrimas, algo que
solo conseguí los 30 primeros segundos. No estaba conmovido por la despedida.
No estaba emocionado porque no volviera ver a las niñas. No era eso.
Me estaba rompiendo por dentro de auténtica
y genuina emoción de felicidad. Por un lado, pensaba en que la escena suponía
una auténtica liturgia de la celebración de la misión del Hogar Creamos. Se
había recogido a las niñas de su situación de abandono y, tras un periodo de
cuidados y cariño, se había conseguido que pudieran ejercer un derecho, tan
básico y a la vez tan complejo en Bolivia, como es tener una familia. Eso otorgaba
pleno sentido al esfuerzo de tantas y tantas personas que hacía posible la
existencia de este mágico proyecto. Aunque solo fueran estas tres niñas las
únicas beneficiadas, el esfuerzo se veía plenamente justificado.
Jorge y Mónica |
Pensaba, entre lágrima y lágrima, que el mundo era un lugar un poco mejor con gente como ellos, que entre tanta basura de egoísmo, violencia, injusticia y demás, a veces se encontraban algunas flores. Ellos están aquí sacrificando muchas cosas, sin estar cotizando para su jubilación, sin tener un seguro médico, sin tener viajes pagados. Están dándolo todo por los niños del Hogar Creamos. Pensaba también en lo afortunado que me sentía por ser miembro de Ocasha y poder tener la oportunidad de vivir una experiencia en el sur en la que conozca gente como ellos y los pueda contar ahora (y espero que para siempre) entre mis mejores amigos. Son para mí un ejemplo y un espejo en el que mirarme. Pensaba también que mientras haya gente así, en el mundo habrá y seguirá habiendo algo tan importante como es la esperanza.
Gracias Luis. Hacemos lo que podemos, por lo menos eso creo.
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