El martes 18, hará un mes que llegamos a estas
tierras dominicanas. Tal y como estaba previsto, ha sido un mes relajado, de
visitas, de adaptación. De empezar a conocer, porqué con este “chin” ya uno va
dándose cuenta de que esta realidad es bien diferente a la que habíamos vivido
hasta ahora. Os contamos algunas de las experiencias que hemos vivido a lo
largo de estas primeras semanas de inmersión.
Llegamos al aeropuerto "las
Americas" de Santo Domingo un martes al anochecer. Veníamos tapaditos de
España y como era de esperar, nos recibió un calor caribeño, que se encargó de
recordarnos que éste era otro lugar bien distinto. Y primera alegría. Allí nos
esperaba un “comité de bienvenida” formado por gente de OCASHA... Tomé Garriga
al que muchos conoceréis, con sus dos hijos mayores, Leo y Bárbara. Lola Julià,
a la que ya habíamos conocido en Madrid
y que vive en Elías Piña. Y Inma Naharro, que está trabajando en un proyecto de
pastoral materno infantil en la capital. Los que lo habéis experimentado, ya
sabréis de que hablamos, es una sensación genial llegar a un país totalmente
desconocido y encontrar gente que te acoge como si fueras de su familia. Gente
que se preocupa de lo más cotidiano y de lo más importante.
Y con esta buena gente hemos pasado este
primer mes. Al tiempo que íbamos haciendo todos los trámites de papeleo,
conociendo detalles de nuestro proyecto, adaptándonos al clima, aprendiendo el
vocabulario básico dominicano, … dejando de llamar guapos a los niños (aquí
guapo significa enfadado) y empezando a llamar “doñas” a las señoras, … pues simultáneamente
a todo esto, hemos ido pasando por las casa de estos compañeros y nos hemos
empezado a conocer y hemos compartido mucho.
Quizás lo más duro que hemos visto hasta ahora,
es toda esa situación de la frontera entre Dominicana y Haití, que vimos cuando
pasamos uno días en Jimaní con Pedro Cano. Una realidad que a primera vista, se
mueve entre el polvo, los controles policiales, una manera de tratarse un tanto
agresiva, una relación entre vecinos a menudo marcada por la desconfianza y los
prejuicios. Pero una tarde mientras te balanceas en la mecedora y van pasando
los minutos sin hacer nada, vas intuyendo que hay una realidad más profunda.
Aquellas personas que has ido observando durante la mañana, comienzas a pensar
que posiblemente anhelan un futuro mejor, una mayor seguridad para sus hijos,
unas condiciones de vida más dignas para los suyos. Y entonces una paz te
invade y empiezas a intuir que la distancia entre ellos y tú acaba de acortarse.
Estamos todos en el mismo camino, ¿quizá buscando la felicidad? Seguramente. Lo
que pasa es que aparte de que cada uno es cada uno, el punto de partida y las
reglas del juego suyas y nuestras, no tienen nada que ver. Y por una parte te
sientes privilegiado, pero por otra te sientes responsable. Seguro que Jesús
transita por aquellos caminos polvorientos calmando el dolor, alimentando la
esperanza, acompañando a los que quieren seguirlo, quién sabe si consiguiendo
poner un poco de justicia, ... El trabajo es descubrirlo.
Desde hace una semana ya estamos “solos”
instalados en nuestra casa de Sabaneta. Por cierto, desde que llegamos acá,
estamos hablando continuamente de Miguel y Paloma y de Marta y Amparo. Todos
ellos han sido los compañeros de Ocasha que han pasado por aquí y que la gente
recuerda con un cariño entrañable.
Así que el martes, que empezamos a vivir aquí
en Sabaneta, primero nos sentíamos un poco huérfanos, porqué ya no estábamos
bajo el “cobijo” de nuestros compañeros. Pero que pronto, la gente te acoge y
te abre sus casas. Está siendo una experiencia nueva que estamos disfrutando
mucho. Aunque te den un buen susto, qué alegría te da que una mujer anciana,
toque a la puerta cuando ya es oscuro y te lleve un "pan de batata"
porque ha pensado que te gustaría probarlo. O que te llamaen las hermanas
misioneras para preguntar si hemos pasado una buena noche. O ayer por la tarde que
visitamos un buen número de casas, acompañados por la hermana Merci. La mayoría
de gente que visitamos, eran humildes, y todos daban gracias a Dios por la
vida, porque tienen todos los días un "chin" de comida para
compartir, unos hijos que les han salido buenas personas,... Y que fuerte que
toda la gente tuviera tiempo de estar por ti. Qué buen sabor de boca y cuánto
intuimos que estas personas nos aportarán.
Bueno chicos a escribir todos los meses ya estoy animando a los de Levante para que se suscriban y os manden algún comentario.
ResponderEliminarGracias chicos por vuestra entrada. Saber que los compañeros dominicanos os han hecho sentir "familia" y ayudado a conocer la realidad desde su trabajo, nos hace a todos vivir esa manera de hacer Misión de OCASHA.
ResponderEliminarEsperamos vuestras noticias cuando bajéis de las "tierras altas". Ya contando vuestra realidad de Misión, para la que habéis sido enviados. Rezamos por vosotros, rezamos con vosotros.
Quique