La liturgia de la misa de Navidad comienza
con unas palabras de Isaías: "Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha
dado". Estas palabras, a
nosotros, que trabajamos y vivimos con niños en situaciones difíciles, y por lo que hemos vivido en los
últimos días, nos interpela y nos hace pensar sobre el sentido de nuestra misión.
Pero quiero detenerme en lo que
sucedió, esa misma noche, justo antes de que naciera… “No es mi problema” o…
“que Dios te ampare” o… “a mí que”… podrían ser algunas de las expresiones con las
que los vecinos de Belén, recibieron a María y José cuando iban pidiendo
alojamiento. No deberíamos olvidar que aquel Niño que iba a nacer venía a
"su casa".
Pero ellos, los vecinos de Belén, no
fueron los únicos que lo rechazaron. Cuando Juan, dice: “Vino a su casa, y los
suyos no lo recibieron”, supongo no está hablando, únicamente, de las puertas
de Belén: está hablando de las puertas de todas nuestras casas, de nuestras
ciudades, de las puertas de nuestra historia, y sobre todo de las puertas, de
nuestro espíritu, que es donde Él quería venir a vivir.
Quizás por el gozo del nacimiento, no
nos hemos parado a pensar mucho en este aspecto de la Navidad: en el portazo
dado a Dios.
Estos días, en Bolivia, las noticias
nos hablan de casos de niños abusados, maltratados, violados y hasta asesinados,
y la televisión, nos lo muestran con todo lujo de detalles, a veces demasiado
escalofriantes y con mucho morbo. Pero más escalofriantes son los datos dados
por la defensoría de la niñez, Según la defensoría de la niñez de Bolivia,
14.000 niños, jóvenes y adolescentes han sufrido abusos en algún momento de su
vida, el 90% de estos abusos, se realiza en el entorno cercano: colegio,
familia… Sin hablar de la despreocupación y abandono en el que viven muchos de los niños y jóvenes en su casa.
Algo de esto hemos vivido muy de cerca estos días, una chica de 13 años a la que han intentado violar y
un chico de 13 atropellado por un coche. Son dos niños de nuestro centro.
Afortunadamente en el caso de la niña, no se consumó la violación y el niño
está bien, pero su vida nos habla de un nuevo portazo en Navidad.
El niño vive con su madre, abuela y
hermanos. Él no viene algunos domingos porque con sus 13 años, tiene que hacer
la comida para él y su hermanito de 6 años. El domingo pasado al intentar
cruzar una avenida, un taxi lo atropelló, fuimos a verlo, y antes de que se lo
llevaran al hospital, su única preocupación es que su hermanito estaba solo en
la casa. Fuimos a su casa, y su madre salía para vender en el mercado, le
dijimos lo que había pasado y su cara no fue de preocupación…
Estos niños, como aquel de Belén, se
quedan en el frío de la soledad, escuchando como se cierran las puertas a pocos
centímetros de su frente.
El Dios que vino a su casa en Nochebuena
era un niño, y el que tuviera que buscarse un corral para nacer, el que
tuvieran que recostarle en un comedero de animales no es una anécdota, es un
símbolo o una realidad que se repite en muchos niños abandonados, trabajadores…
No quiero amargar la fiesta, pero si la
iglesia y el evangelio nos lo recuerda en este día, es por algo.
A pesar de todo, o quizá por esto
mismo, Navidad es nuestra fiesta más alentadora, llena de esperanza, alegre,
familiar...
Porque es para alegrarse, que este Niño, al que le hemos
dado con la puerta en las narices, no haya hecho su rabieta, no se haya
marchado para siempre, sino que siga queriendo volver a nuestra casa, a “su
casa”.
Es motivo de alegría, porque Navidad es
la fiesta que nos recuerda que Él, sigue viniendo y llamando a nuestra puerta, esperando nuestra respuesta y,
el día que nosotros queramos, entrará para quedarse.
Para nosotros, Navidad es volver a ver
el rostro de ese niño que nació en Belén, en cada niño de nuestro centro, de
involucrarnos más cada día, en intentar llevar un momento de felicidad a sus
vidas. En hacerles ver que son queridos, que son importantes, que en nuestra
capilla y en nuestro centro, siempre estará la puerta abierta para ellos. De
fortalecernos en el sentido de nuestra misión.
Y el Niño (nuestro niño) volverá a
llamar. Un día le dejaremos entrar. Nos daremos cuenta, por fin, de que nuestra
casa, era y es su casa.
Muchas gracias Jose Adolfo por estas palabras, me han tocado mucho al yo también estar en contacto con la niñez. En mi caso acompañamos familias gestantes, con niños en sus entrañas que acompañamos en el proceso de amarlo y quererlo desde el vientre materno, como dice nuestro lema"para que tenga vida y la tenga en abundancia" Ciertamente hay que cuidar, proteger, amar, ... a nuestros niños y niñas ellos son lo mas preciado por Dios.
ResponderEliminarVivir la Navidad tiene un sentido si se hace presente en nuestra vida del dia a dia. Hay situaciones que nos hacen ser mas "radicalmente evangélicos".
ResponderEliminar