Después de este tiempo, tenemos que ver
las cosas con realismo, es verdad que en el tema pastoral, nos falta mucho de
presencia de personas adultas, no hemos podido consolidar una comunidad de fe
adulta, por muchas circunstancias, pero si hemos podido consolidar el centro
juvenil, que es un centro social y de vida de fe para niños y jóvenes..
En cuanto a los adultos, no nos damos por
vencidos y seguimos trabajando y viendo las mejores posibilidades, por eso
hemos decidido comenzar con una pequeña comunidad de vida, donde podamos como comunidad vivir nuestras vidas desde la fe.
En cuanto a los niños, en estos momentos
vienen al centro unos 36 niños y jóvenes, de forma irregular por las
circunstancias personales. Abrimos cuatro días a la semana, los martes y jueves
para jóvenes y los sábados y domingos para niños y jóvenes. Evaluamos la situación del centro y nos dimos
cuenta de que necesitamos contar con un
espacio de acompañamiento psicológico, por los graves problemas que vamos
detectando, principalmente agresividad, abusos, alcohol.
Muchos de
ellos, tienen problemas de comportamiento, y dificultades para relacionarse. Su
Autoestima es muy baja. Proceden de familias desestructuradas con escasos
recursos, donde no cuentan con modelos de comportamientos adecuados, por el
trabajo de sus padres o situaciones familiares, se podría decir que muchos de
ellos, “se educan” en la calle con roles
sociales agresivos.
Por eso, este año estamos trabajando, entre otros temas: Desarrollo personal: con temas relacionados con autoestima.
Relaciones interpersonales: asertividad, comunicación sin violencia, empatía… Desarrollo
social: socializando derechos y deberes, valores de la comunidad… Utilización
del tiempo libre: ofreciéndoles espacios donde puedan disfrutar sin violencia,
ni agresiones. Todo lo intentamos hacer de forma atractiva, a través del
teatro, baile, manualidades, títeres, dibujo, deporte y juegos recreativos.
Queremos ofrecer a los niños y jóvenes la posibilidad de tener un espacio, una iglesia donde se sientan en paz y a gusto, donde se apropien de la experiencia de fe. Un lugar donde sean los protagonistas de su vida, desde su realidad.
La vida de Jesús es un mensaje de solidaridad con los olvidados y
excluidos, pero no de forma teórica, sino que vivió muy próximo a ellos,
haciéndose su prójimo, desde su nacimiento hasta su muerte. Nuestra respuesta a
estas situaciones de injusticia y exclusión debe venir guiada por el amor
gratuito de Dios y el ejemplo de vida de Jesús.
José Adolfo
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