A veces leemos informes, vemos estadísticas y
sentimos pena o frustración, pero en el fondo pensamos que lejos me queda o
menos mal que a mi no me ha tocado…
Estos días
el defensor del pueblo en Bolivia ha presentado un informe sobre la situación
de los niños, niñas y adolescentes… El informe nos hace reflexionar sobre nuestra labor, tan ligada a los niño/as
y adolescentes.
Voy a reproducir textual parte de este
informe:
“El
reporte consolidado de los casos conocidos por nuestra institución y por la
opinión pública, correspondientes a la gestión 2014, sobre violencia hacia
niñas, niños y adolescentes, muestra que el año pasado se registraron al menos
73 infanticidios; de estos, 60 corresponden a muertes de infantes de 0 a 5 años; y 13 casos
corresponden a menores entre 6 y 13 años. Del total de los casos, ocho fueron
violaciones sexuales seguidas de muerte. Los datos sobre violencia sexual
registraron 326 casos, 141 corresponden a menores de entre 0 a 12 años; y conocimos 185
casos de adolescentes entre 13 y 17 años, que fueron víctimas de violación,
tentativa de violación o prostitución. Casi la totalidad de las víctimas de
violencia sexual son mujeres, excepto 33 casos en que fueron niños menores de
12 años y adolescentes varones. Aunque es transversal, la violencia la reciben
con mayor rigor, crueldad y recurrencia las niñas y adolescentes mujeres, que
en muchos casos son víctimas de violencia sostenida por parte de padres,
madres, hermanos, familiares, vecinos, compañeros de colegios o los grupos
criminales organizados a través de la trata y tráfico de personas.
El informe indica que “la violencia contra infantes, niñas, niños y adolescentes es un mal
endémico de la sociedad boliviana y se inicia prácticamente desde su nacimiento
y en su propio hogar para continuar luego en la escuela, el barrio, la
comunidad, etc”.
Pues a nosotros que trabajamos con niño/as
y adolescentes, nos toca de muy cerca, porque hemos podido comprobar que es
cierto que viven en situación de abandono, y en muchos de sus hogares hay
maltrato físico o psicológico, y eso los niños lo reproducen en su
comportamiento en la escuela, en el barrio y en muestro centro.
Cuando los niño/as y adolescentes son
maltratados, abandonados y sienten que no tienen protección, les arrastra hacia
la vulnerabilidad, y los instala en una alarmante situación de riesgo social. Este
informe nos impulsa a poner todo nuestro empeño en el proceso de acompañamiento,
poniendo énfasis en los padres, a través de las escuelas de padres, talleres con los alumnos y colaborando
con el colegio y con los niños en nuestro centro juvenil. En no desistir en el
empeño de ofrecer a estos niños un lugar donde la violencia no sea el modo de
tratarse, donde vean que son posibles relaciones pacíficas y afectivas sanas. Nos
impulsa a seguir al lado de los más desprotegidos e indefensos, aquellos que
desde su inocencia nos reclaman una sonrisa, una caricia y una palabra de
cariño. En eso seguiremos.
José Adolfo
José Adolfo
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