Hola compañer@s de OCASHA, quiero compartir
con todos vosotros un artículo escrito por un amigo, Haroldo Dilla, que explica
muy bien, a mi juicio, algunos de los entresijos de la política dominicana.
Desde que llegue a este país me sorprendió
la campaña de política continua que se vive con vallas de candidatos,
publicidad, actos, reuniones, etc. A los dos meses de ganar el presidente
Danilo Medina las elecciones en el año 2012 se comenzaron a instalar carteles
de futuros candidatos, de su mismo partido, para las elecciones del 2016.
Pues bien, en este artículo que os paso
a reproducir, mi amigo Haroldo hace una descripción fiel a la realidad, una
radiografía de unos “personajes” que durante años han estado viviendo de la
política y que están sembrando este país de odio. Un odio irracional, un odio
hacia los extranjeros, un odio inmoral y sin sentido.
Estas personas que os van a describir a
continuación son los miembros de la familia Castillo (Vincho, Vinicito y
Pelegrin), no tiene desperdicio el texto. Lean y podrán comprobar la talla de
algunos “políticos” dominicanos.
“Todo sistema político contiene poderes
fácticos que logran imponer decisiones por encima de los cauces formales de la
política. Y en nuestro país son muchos y muy relevantes a la hora de entender
la política: familias burguesas prominentes, asociaciones empresariales, la
jerarquía eclesiástica encabezada por el cardenal más afrentoso del continente,
los militares, la embajada gringa, camioneros y concheros, etc. Pero si
observamos el listado anterior, no es difícil advertir que cada una de las
partes mencionadas posee algún atributo que garantiza su poder, dinero,
autoridad “espiritual”, capacidad de movilización, etc., lo que no es el caso
de la familia que comanda Vincho Castillo y que ahora mismo os vamos a
presentar.
Vincho Castillo (patriarca del clan) y
sus hijos conforman un hampa temible en la República Dominicana, un genuino
poder fáctico que brinca sobre las leyes y desconoce toda ética diferente a la
que emana de la desfachatez política. El clan Castillo no se distingue por su
dinero, ni por su abolengo tradicional, ni por sus atributos geopolíticos. Como
partido son un fracaso que nunca ha remontado el 1% de los votos. Pero en
cambio poseen un don fundamental para mantenerse en el juego político de la
media isla: una habilidad sorprendente para la difamación y la conspiración
mañosa. Todo el mundo sabe que caer en la lengua de Vincho Castillo y de sus
descendientes es exponerse a ser cocinado públicamente en un caldo espeso de
medias verdades, mentiras y chismes, con posibilidades muy limitadas de
defensa.
Ello explica, por ejemplo, que esa
entelequia que se llama Fuerza Nacional Progresista, el partido familiar, posea
una presencia tan desproporcionada en el aparato del estado. Además de las
inserciones particulares, controlan directamente un ministerio, una dirección
nacional de la complejidad de migraciones, una diputación y un departamento en
la cancillería. Y que en cada uno de estos lugares han hecho las cosas de la
peor manera posible para la sociedad, sin que nada les pase.
Primero fue Vinicito, una criatura
particularmente desagradable que ha escalado a una posición de legislador sin
que nadie lo haya elegido, a quien el portavoz presidencial tuvo que exigir un
poco de cordura y decencia en su trato al presidente Medina y su equipo más cercano.
Cuando escuché al portavoz presidencial, no tuve otra opción que simpatizar con
él. Creo que tuvo razón cuando exigió decencia y cordura a Vinicito Castillo.
Le pidió lo que ni el diputado que nadie eligió ni su familia pueden asumir.
Sencillamente porque basan su existencia en la indecencia y la insensatez.
En cualquier democracia medianamente
consolidada que aprecie en algo a la probidad pública, ya Pelegrín Castillo
hubiera sido destituido por su enrolamiento en actividades comerciales ajenas a
su cargo y sospechoso de tráfico de influencias. Y ya se hubiera encausado a
otros miembros de la familia por sus enrolamientos en actividades racistas que
han clamado por la violencia contra terceras personas. O hubieran mandado para
su casa el director de migración, un hombre que ha afrontado numerosas
oportunidades de hacer las cosas mal, y las ha aprovechado todas. Pero nada de
esto ha sucedido, sencillamente porque estamos presenciando el enfrentamiento
entre un sistema débil y corrupto y una familia que ha trabajado seriamente
para corromperlo.
Vincho Castillo y su gavilla de ineptos
y difamadores atrincherados en la Fuerza Nacional Progresista han sido el
caramelo venenoso que Leonel Fernández (expresidente 8 años y que después de
recibir dinero del narcotráfico y estar acusado de malversación de fondos públicos
quiere volver a ser presidente para 2016) ha regalado a la sociedad dominicana,
desde los lejanos tiempos en que el palero de todos los tiempos hacía campaña
sucia contra Peña Gómez para facilitar la victoria electoral de quien entonces
se presentaba como una esperanza de renovación nacional. Ha sido Leonel
Fernández quien lo ha recolocado en la política nacional, entregándole los
lados más sucios del sistema. Y ha sido Leonel Fernández quien, en un arrebato
de sinceridad, se proclamó en cierta ocasión un “vinchista” convencido,
colocando a este difamador profesional al mismo nivel de Juan Bosch, un hombre
del que se podrá disentir en muchas cosas, pero nunca dejar de admirar su
integridad ética”.
Espero que encontréis en estas
palabras de un amigo y compañero dominicano, la explicación de la actual
situación que vivimos en este país maravilloso, rico en materias primas y en hospitalidad,
más sin embargo algunas “familias”, con su odio y maldad, están sembrando un
caldo de cultivo que terminará en situaciones violatorias de los Derechos
Humanos y que atentaran contra la dignidad de las personas más vulnerables que
viven en este país.
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