viernes, 18 de septiembre de 2015

Sobre Refugiados y Repatriados


 
Las últimas noticias en Siria donde el conflicto bélico ha dejado más de 230.000 muertos y 3.000.000 millones de refugiados nos está llamándo la atención sobre  las numerosas situaciones de movilidad forzada que acontecen en nuestro continente y nos interpela directamente a nuestros corazones para que pongamos a las personas en el primer lugar, reconociendo su dignidad y atendiendo sus necesidades en cumplimiento con los DDHH y los acuerdos internacionales en materia de refugio y desplazamiento.
Para los Estados es un deber de humanidad cumplir activamente con la protección hacia las personas refugiadas y desplazadas, impulsar medidas que favorezcan su integración social, fomentando una cultura de la hospitalidad, de la paz y de la reconciliación.
Nosotros en la frontera dominico-haitiana estamos viviendo una realidad parecida en 4 campos de refugiados y desplazados que se están formando en Anse a pitre (Haití) donde unas 4.000 personas intentan buscar en estos lugares un futuro mejor para ellos y sus familias huyendo de la pobreza y la falta de alimentos. La foto que abre este articulo esta tomada en Parc Cadeau, uno de los campos de refugiados y desplazados de Haití a los que nosotros damos seguimiento.
 
Desde mi punto de vista los estados deberían implementar medidas tales como:
 
-          Un acceso más amplio y ágil al procedimiento de solicitud de refugio, el reconocimiento de las nuevas causales de refugio, y la celeridad de su resolución.
-          La protección de las y los niños, adolescentes y jóvenes especialmente vulnerables a las dinámicas ilícitas o en riesgo de reclutamiento forzado.
-          El acceso de las víctimas colombianas que se encuentran en situación de refugio y necesidad de protección internacional al Registro Único de Víctimas que les permite comenzar su proceso de reparación integral.
-          El acceso de las víctimas de la violencia a los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral, independientemente del lugar en el que se encuentren, aún si deciden continuar su vida en el país de acogida.
-          El acompañamiento para superar los traumas ocasionados por la violencia padecida.
-      El acceso a la educación, a la asistencia sanitaria, al trabajo en condiciones dignas.
Es por eso que debería ser una responsabilidad de los estados implementar estas medidas para que la protección de las personas refugiadas y desplazadas, y sus derechos, se hagan realidad. Sin embargo todas las acciones que se tomen no serán suficientes si no se fomenta una cultura de la acogida y del respeto que impregne a toda la sociedad y lleve a relaciones equitativas y justas para cualquier persona, con independencia de su origen social, étnico o nacional. Por eso, desde mi humilde opinión, afirmo que la dignidad de las personas debe estar en el primer lugar y que las políticas y las actitudes de hospitalidad son la mejor garantía de protección para las personas refugiadas y desplazadas.