martes, 11 de abril de 2017

VIVIR LA SEMANA SANTA

A veces el sentido de las cosas cambia, dependiendo de las circunstancias y el lugar y sobre todo de lo dispuesto que esté nuestro corazón a escuchar y comprender.
Ramos
La semana santa en nuestra capilla es muy sencilla, comenzamos el domingo de ramos, haciendo nosotros nuestros ramos, el jueves santo, los chicos harán una representación de la última cena y junto con las catequistas, celebraremos la última cena y haremos el monumento, el viernes habrá vía crucis parroquial, el sábado tendremos un tiempo de oración y el domingo tendremos una catequesis y prepararemos una pequeña fiesta de resurreción para los niños. Es una forma muy sencilla de vivir la semana santa en una comunidad pequeña y muy joven.

El contacto con los jóvenes se va haciendo más intenso, hemos creado un clima de confianza, un espacio para sacar de lo profundo de su corazón aquello que los aflige y que a veces, no les deja ver el futuro con esperanza y optimismo. 

Estar a su lado, acompañarlos, escucharlos, hacerles ver que sí existen y que sí tienen futuro, creo que se ha convertido en nuestra forma de entender la misión, porque cada vez estamos más convencidos de que somos instrumento, de que nuestro ser cristiano se hace más verdad cuando podemos ponernos al servicio de aquellos que Dios pone en nuestro camino.
En nuestro caminar junto a ellos, hemos abierto un espacio de diálogo fraterno, donde puedan expresarse, enojarse y alegrarse. Conversando con estos jóvenes (de 15 a 20 años), nos van compartiendo, a nosotros y entre ellos, sus preocupaciones y también sus esperanzas. 

Hay cosas que nosotros damos por hechas, como comprar unas gafas, un lápiz para el colegio o dejar que nuestros hijos tengan oportunidades de crecimiento sano, como jugar con sus amigos, quizás a veces haciéndoles la vida muy fácil. Pero estas “cosas que se dan por supuestas” en determinados ambientes y situaciones se convierten en verdaderas cruces y caminos hacia un calvario personal. Unos ejemplos que los jóvenes nos comentan:
domingo de ramos
“Voy a trabajar, haciendo tareas o lo que me pidan, porque tengo que comprar lápiz, goma, cartulina para el colegio, mi papá y mi mamá no me dan dinero y los profesores me lo piden”
“No veo, y me duele la cabeza cuando tengo que leer de la pizarra, pero mis padres no quieren comprarme unas gafas, dicen que son muy caras”

“Su mamá está en el campo, vive con su abuela, y le han sacado del colegio porque es mucho gasto y no pueden mantenerlo, ahora tiene que trabajar.”
“tengo 20 años, estoy en la universidad, pero mis padres me han dicho que ya tengo que casarme o ganar dinero, que ya estoy grande para que me mantengan”

Algunos pensarán que esto es fácil de solucionar, que se compran las gafas, el lápiz o se da una beca y listo. Pero detrás de estas situaciones está la tristeza de no sentirse querido ni importante para tus padres o la desesperación de ver como tus amigos tienen lo justo y  tú no tienes dinero para lo básico. Estas situaciones empujan a muchos jóvenes al alcohol, a la violencia... a dejarse llevar.
Si queremos entender porque murió Jesús, no podemos olvidar que una de las causas fue porque ni el poder de Roma, ni el poder del templo judío, soportaron la manera sincera y coherente de vivir y actuar de Jesús, que se puso al lado de los pobres y marginados, al lado del amor al prójimo y no al lado de las leyes y de las costumbres. Su muerte fue consecuencia de una vida de servicio y amor, a todos, pero especialmente a los pobres, aquellos que sufrían explotación y marginación.
Este año en la capilla, estaremos viviendo el jueves santo como el día en que Jesús, junto a sus hermanos derramó su amor, y que ese amor, es un amor real y concreto que se puede palpar, un amor que está del lado de quien sufre, y que su sufrimiento también lo es de Dios.
Que la cruz del viernes santo, es sufrimiento, sufrimiento que hoy para estos jóvenes son las pandillas, el alcohol, la soledad, la violencia, la pobreza y los abusos; pero también la cruz es símbolo de entrega y solidaridad profunda. Que sientan que en su sufrimiento alguien ha estado padeciendo con ellos;  y a nosotros, que no lo vivimos, nos haga tenderles la mano, acompañarlos, poner nuestro hombro en sus tristezas y esperanzas y vean que estamos a su lado y de su lado.
Viviremos el sábado santo como el triunfo de la vida y la esperanza, que la resurrección sea una luz para sus vidas. Alguien dijo que la resurrección es una utopía para los pobres, que los satisfechos no necesitan resurrección, solo cosas y más cosas. Pués acerquemos esa utopía lo más posible a la realidad de una vida justa y solidaria.

Y creemos que esto último es nuestro gran reto, somos conscientes de que no podemos solucionar todos sus problemas, pero sí uno de ellos, el sentirse comprendidos, y juntos como comunidad de hermanos, apoyándonos unos a otros vamos a conseguir que la cruz no sea el final, que el Dios de Jesús no sea un Dios de dolor y muerte, sino de esperanza y alegría, de resurrección a una vida mejor, en la que quizás no tengan, el mejor teléfono, ni la mejor ordenador, quizás ni una lavadora, pero en la que van a sentirse plenos y llenos del amor y comprensión de Dios y de sus hermanos.
                        celebración.día.del.niño
Algo nos dice que esto puede cambiar y es ver sus rostros y su sonrisa cuando hablamos de su vida y de sus ilusiones. Detrás de esa sonrisa hay una verdadera resurrección.
Viviremos esta semana santa resumida en tres palabras: FE, ESPERANZA, COMPAÑÍA.

Milenka y José Adolfo


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