lunes, 21 de marzo de 2022

 

Adiós Carmen, nos quedan tus huellas   

Pasaron los tres años muy rápido, recién llegabas y ya te has ido, tiempo intenso de servicio donde no ha faltado de nada. Recuerdo cuando me mostrabas entre risas el video de tu primer resbalón en el lodo visitando los sectores más alejados; tenías claro que la vida consiste en eso, caer y levantarse, en pisar por los caminos que transitan nuestros campesinos, la gente sencilla, en tener presencia y estar, en ser escucha, consuelo y consejo. Decidiste construir esa iglesia en salida que nos pedía el Papa y lo ratificaste con tu valentía. En cuanto había posibilidad caminabas por esas vías a veces sin lastrar, pero que unían tu misión con el corazón de las comunidades siendo testimonio de servicio y compromiso; tu sola presencia ya evangelizaba.

Los ritmos de trabajo son fuertes debido al enorme territorio y los pocos agentes de pastoral formados, eso supone asumir diferentes retos en las zonas de trabajo y así lo hiciste. Coordinabas y ayudabas en la formación de los catequistas, aportaste en las Cáritas de la zona y de tu parroquia, te comprometiste en los equipos parroquiales de animación pastoral, asumiste las tareas de coordinación en la capilla donde vivías, preparabas permanentemente formaciones para los distintos grupos parroquiales, asumías responsabilidades en las reuniones zonales de las nueve parroquias como si toda la vida hubieras estado aquí, acompañabas a los diferentes sacerdotes con los que te tocó trabajar a los sectores alejados; aprovechando para compartir, escuchar y dar algún que otro consejo, desde tu experiencia de servicio en la iglesia, para crecer juntos como cristianos.

Tu compromiso estuvo también marcado por el dichoso bichillo del covid, los aislamientos, la soledad al faltar tu compañero de equipo, la enfermedad que también te visitó en varias ocasiones, no pudieron quitarte ni un ápice de ganas y de valentía. A pesar de sentir por momentos debilidad en tu salud no cesabas de organizar el trabajo, fechar y re agendar los encuentros, reuniones, visitas, hasta te convertiste en influencer animando a la oración diaria del rosario durante el aislamiento.

Son tantos gestos y signos del amor de Dios que hemos visto en ti, que nos entristece perder tu presencia entre nosotros. Viniste a compartir la vida y dar vida y lo hiciste de todas las formas imaginables e inimaginables, compartiendo lo que eres y lo que tienes, sin pereza ni reserva alguna.

Ya no podré compartir los almuerzos contigo los miércoles al salir de la cárcel de Jipijapa, ni compartir ese ratito de sobremesa donde nos poníamos al día de los trabajos de unos y otros.

Has dejado semillas por los caminos que has transitado, en las familias, las comadres, los jóvenes, los sectores, seminaristas, sacerdotes… Intentaremos hacer germinar y brotar esas semillas que nos regalaste, esos aromas que nos compartías, con olor a trabajo, entrega, sacrificio, oración, constancia, presencia…

Has sido familia para nosotros, Ocasha en Ecuador se fortaleció contigo y también nuestra pequeña tribu. Nos has aportado tu sencillez, tu capacidad de trabajo y organización, tu habilidad para confrontar desde el amor y el cariño en la mesa compartida.

Soñamos que remontes esas batallas con el covid y sus secuelas, y sigas en contacto con nosotros aportándonos de esa sabiduría de vida y ese saber estar que dan los años de servicio. Descansa, reponte, te mereces tu descanso, nosotros intentaremos seguir animado a que se riegue todo lo que has sembrado, que es mucho y variado, un lindo edén.

Una antecesora tuya, que misionó en esa misma capilla, nos decía eso: nuestra misión es sembrar, otros serán los que cosechen y vean el fruto; que no perdamos nunca la ilusión ni las ganas de sembrar.

Un fuerte abrazo de tu Ecuador, de sus playas y sus nevados permanentes, de los volcanes andinos y sus islas paradisíacas; esta siempre será tu casa. ¡Hasta siempre!

Ana y Antonio





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